domingo, mayo 28, 2006

EN MANOS DE NERY OCHOA LA LUNA SI ES DE PAN DE HORNO

Evelin Antolinez
Mail: eveantolinez@yahoo.es

La tarde ya empezaba a caer y allí estaba ella, con la mirada perdida, sentada en su gastado mueble de mimbre, justo detrás una de las dos hojas de la puerta de entrada.
Aun flotaba como una hoja seca el olor a harina tostada, ingrediente principal de la granjería criolla que desde hace más de medio siglo brota de las manos de la señora Nery Ochoa, una mujer humilde casi nonagenaria, oriunda de la población de San Rafael de Orituco.

- Yo aprendí a hacer el pan de horno desde chiquita. Mi mamá me ponía a mí y a Matilde, mi hermana, para que aprendiéramos. “Vengan para que aprendan”- decía mi mamá - “ya Matilde se fue a caminar” pero yo me quedaba pegadita aprendiendo.

Y vaya que aprendió. Hoy sus dulces recorren el mundo, para satisfacer las nostalgias de los orituqueños que por una u otra razón se fueron a probar fortuna lejos de los predios del Orituco y que empaquetaron junto con sus pertenencias el tesoro de sus recuerdos.

- Nosotros elaboramos sobre trescientas piezas semanales y en temporadas buenas hacemos el doble. También hacemos por encargos para exposiciones o para el exterior. Tú sabes que este pan de horno ha ido a muchos países. A Norteamérica, a Europa. Son personas venezolanas que van a viajar y llevan pan de horno. Por ejemplo, para España siempre mandamos.

Lo dice así, como al descuido, pero con el orgullo reflejado en sus ojos y en el timbre de su voz. Una voz dulce y cansada. Sus 86 años ya le pesan y si no que lo digan sus piernas, hoy resistidas a seguir el camino que antaño la llevaba, varias veces al dìa, desde la cocina hasta el viejo horno de barro y leña. Siempre con su bandeja de golosinas.

- Ahora estoy inválida de una pierna. Mi hijo Carmelo es quien hornea, porque el no quiere que vaya pàl horno por lo de la pierna. Pero no me voy a hacer nada en esa pata, ya estoy vieja. Después de la caída pasó que me dio un páramo y una fiebre altísima. Era una flebitis, ahora tengo las piernas dormidas. Eso también puede ser por la horneada. Carmelo sabe hacer el pan de horno, pero como a mi todavía me gusta eso, yo los hago y él los hornea.

Y también nos describe el proceso. En una antigua batea de madera aguardaban los tejos, las empanadas rellenas con dulces de lechosa, auyama, batata o topocho, las roscas y los rosquetes. Su aroma es inconfundible. Tienen el sello de las Ochoas.

- Para esto se necesita maíz Cariaco o Amapito, como también le dicen. Es un grano más blanquito, pero te voy a decir una cosa: ese no es puro, puro. Ese está entreverao, porque el puro, puro es de colores. Vienen granos amarillos, moraos, nonos azules. Mira ahí, algún granito se consigue – dice Carmelo, mostrando un tobo lleno de granos de maíz.

Y de aquí en adelante la madre le sede el protagonismo. Nadie se imaginaría que detrás de ese cuerpo de hombre grande y fornido se esconde un alma de pandehornero.

- Este proceso es muy rudimentario y sobre todo, manual. Hoy en día todo es lo rápido, todo está mecanizado. ¿Te imaginas a un joven de ahora con una máquina de moler antigua, a pulso? ¿Tú crees que lo harían? Tendrían que ser gente del campo o pueblerinos, donde todavía puede que exista eso.
Nosotros compramos el maíz esgranao y no se pila. Se pone a tostar y después se muele. Poco a poco, porque si no se atora la máquina. Esto se lleva a harina, lo más fino que se pueda, así seco, mojao no sirve.
Después de eso se le agregan los ingredientes, de acuerdo a lo que quieras hacer. Si son tejos; llevan lo que es anís y canela. La empanada y la rosca te llevan es bicarbonato y sal, el dulce se lo da el papelón. Para la rosca y la empanada se agrega rallao, para el tejo, en melao, derretido el papelón. La grasa que se utiliza es la manteca de res, si es de ubre de vaca, mejor. Todo eso lleva huevos, eso si, cierta cantidad, porque si se pasa, bueno….
Desde niño he tenido nociones de esto porque siempre vi a mi mama haciéndolo.
Antes se vendían a puya, a centavo, a tres por locha. Hoy están a setecientos bolívares, porque el maíz está muy caro y no se consigue.
Ahora que los dos estamos aquí, inválidos, y ella ya no puede ni moler ni hornear, yo me he dedicado a esto. Yo le preparo el material y ella lo termina. Yo lo horneo.

Pero la historia del ancestral horno, será materia de nuestra próxima entrega.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La primera vez que vi maiz de color diferente al amarillo o al blanco fue en Mexico. Sin embargo no sabia que era el maiz cariaco se utilizaba para hacer el pan de horno. He recibido una gran idea uhmmmm...

Anónimo dijo...

Exelente! que bueno lo que escribiste sobre ese dulce criollo, lo conozco y doy fe sobre lo sabroso que es. ojala no se pierda esa tradición. Felicitaciones