miércoles, noviembre 22, 2006

CARACAS EN DOS RUEDAS

Mercedes Chacín

mechacin@cantv.net


Lo primero que me gustaría que supieran antes de leer que lo sigue, es que los motorizados me caen bien. Aunque preferiría que ningún familiar o pana fuera motorizado. Es decir, con las motos de lejitos. Porque lo más fácil que hay es darse un tortazo en una moto y salir malogrado. No obstante creo que son un sector que ha sido maltratado, sobre todo desde que se les estigmatizó y no les permitían llevar un parrillero porque era sinónimo de atracadores. O la locura esa que les impedía circular por las autopistas. Por cierto, ignoro si esa disposición fue formalmente derogada. Lo único seguro es que ahora circulan por todos lados.
Los motorizados además hacen que lleguen puntales los encargos que debiste enviar a tiempo, es decir, suelen sacarte de aprietos y retrasos. Lo otro que despierta en mi cierta simpatía, es esa solidaridad que los caracteriza. Son el gremio más solidario que conozco. Cuando alguno se da, o le dan un tortazo, los que andan en dos ruedas aparecen como por arte de magia, se hacen presentes y apoyan moral, física e intelectualmente al espaturrado.
Esa es una cosa. Pero lo que está pasando en mi querida y agobiada ciudad con los motorizados nos pone en un borde, en un quicio, delgadito y mortal. Los motorizados nunca han respetado las aceras, pero ahora no respetan ni los sentidos de la vías. Se aparecen por cualquier lado. Les da igual adelantar por la derecha que por la izquierda. No tienen noción de las reglas del tránsito. No les interesan o creen que no son para ellos.
Pero eso no es lo peor. De llevar paquetes, cartas, libros y revistas han pasado a cargar gente. Ahora no se meten los paquetes dentro de una chaqueta, sino que cargan a humanos guindando en la parrilla, aterrados, espelucados, pero felices de “burlar” el trafico caraqueño. Ahora son taxistas. Piratas de nacimiento. Porque con los taxis de cuatro ruedas tenemos una ventaja: se sabe cuando son piratas y cuando no. Pero los motorizados taxistas tienen la piratería en los genes. Se reúnen cuatro, compran un toldo, lo montan lo más encima posible de la acera, le colocan el cartelito de “Moto Taxis” y listo, el negocio rueda, sin impuestos y sin alcaldía que lo controle. ¿Qué más le tiene que pasar a Caracas?

Periodista

jueves, noviembre 09, 2006

UNA MIRADA DE PIEDRA

(Entrevista imaginaria a una piedra del Muro de Berlín, cuando se cumplen 17 años de su caída)

Solo es digno de libertad quien sabe conquistarla cada día.
Goethe

“…Una piedra en el camino me indicó que mi destino era rodar y rodar…”

¡Cuánta verdad encierran las letras de esa canción! Se lo digo yo que he rodado tanto por la vida, y en ese girar interminable mis ojos han visto las cosas más horribles que ustedes pudieran imaginar.

No es fácil para nadie, ni para mí que tengo el corazón de piedra, ver como se divide el mundo en dos. Y lo peor de todo es que estás allí, justo en el centro, con esa mirada bipolar. Siendo testigo de lo que sucede de uno y otro lado.

En un extremo, el florecimiento de una ciudad capitalista, con sus luces de neón, capaces de enceguecer la vista y la mente; por el otro, la decepción de un régimen decadente, el hambre y las ansias de libertad.

- Y yo en el medio, formando parte de ese horizonte fatal.

Pero esta historia no comienza aquí. Todo empezó hace 58 años. Aquel 24 de junio de 1948, cuando los soviéticos decidieron bloquear los accesos de Berlín Occidental y todo el comercio entre éste y la República Federal Alemana no comunista. Yo era apenas una niña que no entendía lo que pasaba.*

Decían que los Aliados le habían ganado la Segunda Guerra Mundial a los alemanes, a los japoneses y a los italianos, quienes unidos formaban lo que se conoció como el nazismo y el fascismo.

Los aliados, cegados por la ambición, perdieron la oportunidad de continuar fusionados, de tener una causa común; y mientras se consolidaba el capitalismo en Europa y en América del Norte, los soviéticos querían mayor espacio, tanto geográfico como económico, para expandir el marxismo.

Fueron dominando Europa Oriental, conformada por la antigua Yugoslavia, Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Albania, Lituania, Letonia, Estonia y otros países de Europa Central y del Este.

En esa lucha de poderes se repartieron el botín de la Segunda Guerra Mundial y así, en 1949, Alemania quedó dividida en dos.

Las zonas occidentales se unieron para formar una República Federal Capitalista y las controladas por los soviéticos, en un Estado Comunista.

A su vez, Berlín, la capital de Alemania, fue dividida en Berlín Este y Berlín Oeste.

- Ya se que me dirán que parezco una maestra de escuela, pero es que hay que explicar bien los antecedentes para poder entender las consecuencias.

Entonces, en la parte capitalista, amparada por los Estados Unidos, el comercio, la industria y la calidad de vida fueron prosperando; mientras que del otro lado la falta de libertades, de oportunidades, la quiebra de la economía y el racionamiento hicieron que muchos alemanes orientales huyeran hacia el Estado Federal, insatisfechos por la nueva situación. Esto trajo como resultado que la mano de obra calificada se viera reducida en la Alemania Comunista y es allí cuando entra en escena el fatídico muro que impedía el libre paso de una ciudad a otra.

- ¡Todavía lo recuerdo como si fuera ayer!

Fue un 13 de agosto de 1961 cuando los soldados de la República Dedocrática Alemana y miembros de la milicia, los Kampfgrupen (grupos de combate) levantaron con el más puro hormigón, los 47 kilómetros de largo por 4 metros de alto para separar lo inseparable.

Yo fui parte de ese gran muro o telón de acero, como fue llamado, y una vez más fui testigo de lo que es capaz el hombre cuando desea su libertad

Por mis paredes vi correr las lágrimas de dolor de los amantes que se desunían en busca de una vida mejor para sus seres queridos. Miré los ojos de muchas madres estremecidas de pánico al ver a sus hijos dibujar con su sangre los más crueles graffitis y dejar colgada la vida en uno de los dos puntos de paso entre ambas ciudades.

Si, he visto tanta tristeza que ya no soportaba estar por más tiempo de pie. Por eso di gracias a Dios el día en que, como el final de una gran ópera, cayó el telón.

De eso hace ya 17 años. Fue un día como hoy, 9 de noviembre de 1989, cuando una multitud con la esperanza bosquejada en el rostro, se dispuso a derribar aquel nefasto tabique.

Su mejor herramienta, el deseo de libertad. Su mayor ambición, darle rienda suelta a la mirada de oriente a occidente, sin que ninguna cortina de hierro se interpusiera entre sus ojos y el horizonte.

Ese día una avalancha humana con las armas que imponía el corazón y la inteligencia; que iban desde el tradicional pico hasta el odio y el deseo de conocer el progreso, hicieron posible el sueño de cientos de personas que murieron al intentar cruzar el límite.

Y es que en ese momento, el hombre decidió abrirle las puertas al futuro. Sintió hambre de espacio y sed de cielo, y con la ilusión a cuestas, tiró al suelo aquella cortina de hierro.

Ahora me encuentro aquí, encerrada en estas cuatro paredes transparentes, en eterna exhibición. Convertida en pieza de museo, pero orgullosa de mi destino por ser el reflejo de la lucha del hombre por lograr su emancipación.

Lo único que me entristece es que, a pesar de que fue derribado el Muro de Berlín, las dos Alemania, que son una sola de nuevo, aun no han podido integrarse. Al parecer el muro mental es más fuerte que el físico.

Ya no está allí, pero se erigen otros muros igualmente infranqueables, como la intolerancia, la discriminación, la xenofobia y las desigualdades. Yo creo que para afianzar la paz del mañana es necesario asegurarle un futuro mejor a los más desposeídos.

Solo el deseo de un mañana mejor para nuestros hijos hará posible la desaparición de éste y otros muros que intenten levantarse entre la libertad, la justicia y nosotros. Espero que más temprano que tarde, el hombre pueda comulgar en una sola conciencia. Que la libertad sea su pan de cada día y que las lágrimas que derrame sean de felicidad por ver su sueño hecho realidad: un mundo integrado, sin divisiones; en suma, feliz.

Evelin Antolinez
e-mail: paisana1709@hotmail.com

domingo, noviembre 05, 2006

ENOC: Yo estoy con el Señor y el Señor está conmigo

El sopor de la noche que relentea los ánimos de los habitantes de los pueblos del Orituco fue roto de pronto por el sonido de un disparo. Pocos se inmutaron, acostumbrados ya a ese fatídico ruido, antes solo común en las faenas de cacerías y hoy presente en el subconsciente de los pobladores. Sólo la lenta calma fue sacudida cuando un vehículo con placas de taxi se estrelló contra una vivienda ubicada a la salida de San Rafael. Los curiosos se hicieron presentes. Los rostros incrédulos no daban crédito a lo que veían, mucho menos a lo que escuchaban. En el interior del carro, un hombre desconocido pedía ayuda para bajar un cuerpo sin vida. Decía que había tenido que dispararle al taxista porque lo quería robar. Sin embargo, cuando la impresión pasó un poco, los allí presentes descubrieron con terror que el hombre con una herida de bala tenía un rostro conocido. Una cara que al menos una vez al mes y por más de seis años, había visitado los hogares del pueblo para tomar la lectura de los medidores de la electricidad o para entregar los recibos de la luz. Si, era Enoc Aguiar, un muchacho trabajador que, en busca de un futuro mejor para sus hijas y su esposa, dedicaba su tiempo libre a las labores de taxista, además de dedicarse a la docencia.

En medio de la confusión, el sujeto armado logró escabullirse sin ningún problema. Todos estaban tratando de ayudar al amigo herido, quien fue trasladado a un centro asistencial pero ya la muerte había hecho su trabajo.
Fue una vida inocente más que arrebató la inseguridad que se ha apoderado de Altagracia y sus pueblos circunvecinos.

Las estadísticas muestran un alarmante número de taxistas víctimas del hampa para ser despojados de sus vehículos. Por eso, esta muerte fue el detonante que dio rienda suelta a la frustración, convertida esta vez en violencia, ante la poca o ninguna respuesta efectiva de los cuerpos de seguridad y mucho menos de las autoridades “competentes”

Transportistas públicos y particulares se unieron en una acción de protesta. Con barricadas de cauchos quemados cerraron los accesos a la población. En un acto desesperado buscaron respuestas en la máxima autoridad del Municipio, Carlos López Garcés, pero al encontrar el vacío, el silencio cómplice y la incapacidad, se desbordó la ira. Papeles, artículos de escritorio, computadoras, cuadros, puertas y todo lo que se aparecía en el camino de los manifestantes fue arrasado y quemado frente a la Plaza Bolívar. Una acción nada plausible, como ninguno de los actos de violencia que salgan del hombre, pero que esta vez era el clamor de todo un pueblo que exigía justicia.

Sin embargo, El Sr. Alcalde, en una declaración desafortunada a los medios de comunicación que se hicieron presentes, solo se le ocurrió hacer un poco de historia y culpar a los 40 años de la Cuarta República, de la inseguridad que mantiene en jaque a los pobladores de la regiòn, olvidando los años que tiene al frente del ayuntamiento gracitano y lo poco o nada que se ha hecho en materia de seguridad. Pero esto no fue todo, como una guinda que completó el desastre de su comentario, señaló que la víctima fatal “era un taxista pirata”, acompañado de un grito de proselitismo político fuera de todo lugar: “Viva Chávez…Viva Chávez”. Acto que ni siquiera fue secundado por los acólitos que lo rodeaban.

- El no era ningún pirata, estaba por lo legal, aseguró a Orituco.com, la Sra. Sofía de Aguiar, madre de Enoc. El tiene todos sus papeles en la línea de taxis Guaiqueríes. El Alcalde que verifique antes de emitir juicios. Tenía todas sus mensualidades al día, el carro era de su hermano y él trabajaba como avance. Yo esperaba una palabra de aliento por parte del Alcalde, pero ni siquiera dio la cara.

Esto lo decía mientras estrujaba un pañito con el que se secaba el sudor y minutos antes las lágrimas de dolor por la pérdida irreparable de su hijo mayor. Su hermano Elimelec fue más radical al agregar:

- Sólo dos días después de haber metido la pata hasta el cogote fue que el Alcalde envió condolencias a los familiares a través de la radio. El Alcalde tiene que ver, o es que se quiere hacer el ciego? Es que no vio la caravana de taxis que acompañò a Enoc. El quiere hacer de esto un acto político para su propio beneficio. Por ahí salió diciendo en Guaraña que fue la oposición que fue a la Alcaldía, la invadió y la destrozó. ¿Por qué no dice que fue la gente amotinada por lo que le pasó a Enoc? Lo que pasa es que ese carajo es un incompetente que no tiene capacidad para nada. Si tuviera capacidad no hubiera dado esas declaraciones a RCTV. Y es que, en dado caso que mi hermano hubiese sido pirata, ¿es que los piratas no tienen derecho al trabajo? ¿No tienen derecho a la vida?

Una muy buena reflexión que se quedó sin respuesta, no así la reacción del Alcalde quien a los pocos días publicaba en el diario oficialista VEA un extracto de su biografía. ¿Sería para tratar de limpiar su nombre?

Mientras se hace la justicia que esperan los familiares de las víctimas de la inseguridad, los deudos de Enoc recuerdan con cariño su tránsito por esta vida.

- Recuerdo el día de su graduación de bachiller. Estaba en el campo, en Punteral, ayudando a su papá y llegó tarde. Debía estar antes de las 7:00 pm para recibir el título porque era el primero que iban a llamar por el apellido Aguiar. El estaba apurado, no se había afeitado, cargaba ese pelo largo. Nos vestimos rápido y nos fuimos. Él estaba feliz.- Comentó la madre.

- Después se graduó de TSU en el Colegio Universitario de Caracas y estaba sacando la licenciatura en la Simón Rodríguez.- Dijo Miriam Estanca de Aguiar, su esposa y compañera de vida, con orgullo de mujer enamorada.

- El trabajaba mucho, así rapidito. Parecía un tucusito. Agregó la Sra. Sofía. - Mis otros hijos decían que tenía preferencias por Enoc, pero no era preferencias, es que él estaba en todo. Venía en las mañanas para saber cómo estaba, cómo había amanecido, si necesitaba algo. Le alcanzaba el tiempo para todo. Si se dañaba una licuadora, una plancha, un ventilador, se la llevaba y la arreglaba. Su moto la desarmaba y la volvía a armar. Le metía a la mecánica, a la albañilería, a la carpintería, a la herrería. Enoc decía: “todo lo que se aprenda es necesario. Uno no debe hacer las cosas porque le gusten, sino porque cada cosa que uno aprenda es necesaria y hay que saber vivir, a mi nadie me ha tirado un golpe, a nadie le he hecho daño, ni nadie me ha hecho daño a mí.”
Yo estaba preocupada, porque Enoc trabajaba mucho, demasiado. Yo le decía que debía estar más tiempo con sus hijas, con su esposa, con Dios, que debía congregarse más en la Iglesia. Pocos días antes de que pasara lo que pasó, él me dijo que no me preocupara, que él iba a trabajar más calmado, que él estaba con el Señor como el Señor con él, aunque no lo vieran metido en el templo, que el salmo 23 estaba siempre en su cartera y que en su carro siempre iba el Nuevo Testamento y lo leía cada vez que tenía tiempo.

Hoy, su mujer, sus dos hijas, su madre y hermanos piden que se haga justicia y que este caso no pase a engrosar a un más la larga lista de los crímenes que quedan impunes en este país.
Evelin Antolinez