miércoles, mayo 17, 2006

AMO A ESAS MUJERES LUMINOSAS

Manuel Gómez Naranjo
Mail: accicamp@cantv.net

Ello, a pesar de que los hombres tenemos toda la existencia en una conspiración universal contra la mujer; esta conjura ha sido devastadora porque diseñó la imagen de la mujer como un ser débil y poco inteligente, como un macho imperfecto que requiere –debido a su incompletud- de la protección y el castigo de los hombres. Esta infamia argumentada desde posturas teológicas o biológicas ha sido abrazada fervorosamente por los hombres y asumida por las propias mujeres casi con devoción.
En la antigüedad y en la edad media se dudaba muy sutilmente sobre el sitio que correspondía a las mujeres, si en el número de los humanos o en el número de los animales, lo que incluso llevaba a una actitud condescendiente: ¿se puede castigar a las mujeres con tanta severidad como a los hombres?.
En la edad media se estereotipó a la mujer a partir de un conjunto de debilidades capitales: es crédula, impresionable, charlatana e inconstante; se decía en un libro capital el Malleus Maleficarum: “Si no existiera la malicia de las mujeres, incluso sin hablar para nada de las brujas, el mundo se libraría de innumerables peligros, la mujer es más amarga que la muerte, es decir, que el diablo cuyo nombre es la muerte según el Apocalipsis”.
Comenta Jean Delumeau en su libro El Miedo en Occidente, que esta demonización de la mujer por parte del hombre se debe, entre otras cosas, a un miedo primario vinculado a la sexualidad; dice Delumeau: “En el inconsciente del hombre, la mujer suscita la inquietud, no sólo porque ella es el juez de la sexualidad, sino porque él la imagina insaciable, comparable al fuego que hay que alimentar sin cesar, devoradora como la mantis religiosa”.
En la sociedad venezolana actual –especialmente en el mundo rural- es frecuente conseguir entre lo hombres ese miedo intemporal a que se cuestione su virilidad o a la supuesta infidelidad ontológica de las mujeres; es por esa razón –dicen- “que hay que preñar a la mujer todos los años”; de esta forma se afirma que el hombre “todavía puede” y, lo más importante, se asegura la fidelidad de la mujer porque “…ningún hombre se va a acostar con una mujer preñada”.
La conjura universal contra la mujer no ha terminado aún, de allí que ellas se enfrentan en la cotidianidad a la infamia y al abandono. Conozco decenas de mujeres con diez o doce niños que se levantan cada día a inventar un futuro para sus hijos, que son una columna inmensa sobre la que descansa la familia entera. Ellas tienen una voluntad de hierro que soporta la incertidumbre del desempleo, la inconstancia de los hombres que aparecen en su puerta con una promesa y desaparecen después de tres hijos; ellas son las que no han claudicado su feminidad y se perfuman y se peinan para asistir a la ceremonia de la vida.
Es por ello que amo a esas mujeres luminosas, a esas mujeres humildes o poderosas que espantan sus soledades con la fuerza de la inteligencia y la bondad. Amo esas mujeres luminosas a las que celebró Mario Benedetti con un verso memorable: “una mujer desnuda es un enigma y siempre es una fiesta descifrarlo”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Epa Cheo! Quien mas podria haber escrito este articulo?. Muy bueno por cierto. Definitivamente es una nota descifrar ese enigma. Me voy de fiesta...