lunes, mayo 22, 2006

LOS TAMBORES DE SAN JUAN EN EL ORITUCO (PRIMERA PARTE)

Juan José Tovar Arias
Abogado
Universidad Central de Venezuela
Inpreabogado 46.978.
Altagracia de Orituco- Estado Guárico.



Los Tambores de San Juan. (en Altagracia de Orituco Estado Guárico. CHIMBORAZO)

En los valles de Altagracia nace esta expresión folklórica, según los cultores de este genero musical, como símbolo de manifestación de libertad de los negros esclavos de la época de la colonia, asentados al margen del río Orituco en el punto conocido como Tocoragua, desde allí, los negros esclavos con ascendencia o raíz africana, trabajaban en los cañaverales y moliendas habidas en la zona, en los tiempos libres y sobre todo en las celebraciones de santos como San Juan, San Benito (santos negros) estimulados con bebidas espirituosas, daban rienda suelta a esas expresiones muy propias de su raza y sus creencias, era una manera de sentir la libertad que no poseían, improvisando versos alegóricos a la necesidad de ser libres, de unirse en parejas, de ser tratados como personas. Por la cercanía geográfica con zonas contiguas y más próximas a Tocoragua, como San Rafael de Orituco y Lezama se enraizaron expresiones muy propias de ellos como lo son, los Negros Kimbanganos que eran bailes entre parejas de hombres que simulaban una riña o revuelta durante el baile.
En algunos barrios o sectores de la urbe de entonces, es decir, hacia otros sectores donde habitaban obreros o trabajadores que no eran esclavos pero si trabajan en la única fuente de empleo de la época como capataces o caporales, y que de alguna manera compartían con los negros esclavos, fueron haciendo suyas aquellas expresiones con el toque mestizo que si bien no era una ejecución idéntica de los tambores y los ritmos, denotaban una confusión que evidenciaba el origen de la expresión cultural y le agregaba la variante de ser una manifestación percibida conforme a ese mestizaje de quienes veían en la ejecución de los esclavos una manera de evadir una triste pero locuaz realidad, la esclavitud.
Con el devenir del tiempo, y la evolución social local, personajes de los valles de Altagracia fueron cultivando la ejecución de los ritmos del golpe de tambor, improvisando versos dedicados a situaciones de la realidad de entonces o bien para dilucidar rencillas personales o desavenencias, asimismo, cantaban para enamorar las muchachas y extendiendo esa forma de expresarse, visitaban durante las fiestas santorales las casas de familiares y amigos sobre todo en los días de las vísperas, esto es, durante el 23 de Junio para el día de San Juan Bautista; durante el 15 de Julio para el día del Carmen, durante el día 27 para el día de los santos Pedro y Pablo, en esas fechas era recibidos con bebidas y comidas durante las noches de serenata con tambor, en esas casas improvisaban versos a los jefes de familia, a las jovencitas y a sucesos vinculados a la familia que se visitaba. Esta parranda o manifestación conformada por: dos cantadores o improvisadores, muy al estilo del contrapunteo llanero, (aunque a veces era uno) un grupo de personas que entonaban los coros, un ejecutante del cumaco o tambor en el cuero y otro en los palos, recorrían el pueblo en las fechas indicadas. Esta tradición se transmitió progresivamente de generación en generación, por ello, recuerdos quedan de Lorenzo Berroterán, Carmelo Sifontes, Rafael Tovar, Pedro Tovar (perucho) -fallecidos todos- León Arturo Mijares, entre otros y de otras figuras como Falito Carpio, Juan José Tovar, Jesús “Chavito” Infante , Saúl Bolívar, Argenis Berroterán que han sido figuras contemporáneas.
Por la manera de ejecutar el tambor, se distinguían los grupos, de allí que, el tambor de Chimborazo, ejecutado por, Rafael Tovar (Codillo) y Pedro Tovar (vigueta), quienes conformaron la primera generación de tamboreros de “los Tovar” junto a Martín Román, quien estuvo vinculado a la familia Tovar de la época, las improvisaciones de Carmelo Sifontes, Leonardo Ojeda (vaquirito) y Juan José Tovar junto a Rafael Antonio Tovar (otra generación de la familia Tovar) , eran reconocidos en la época; distinto eran los golpes de Lezama, San Rafael y Chimborazo; desde aquí de Chimborazo, se oían los Luceros, medios luceros, que en otros sectores de la población eran conocidos como “una catira” o “media catira”; golpes como el “lloraito”, el “guarenero”, presumiendo que era una expresión de algunos visitantes de la zona de Guarenas que entusiasmados por el golpe de tambor, entonaron versos sumados a la fiesta, y como singular expresión un golpe muy sui generis “el ocumareño” que se entonaba sólo una vez durante la parranda o escasamente dos veces por parranda, entendiendo como parranda una celebración para una sola fecha; este ritmo o golpe, se presume fue por la influencia ejercida por los habitantes de Ocumare del Tuy sobre algunos cantadores de los Valles de Altagracia quienes, en travesía hasta esa población llevaban ganado para después trasladarlo hasta Caracas, de aquí que resulte evidente diferenciar cuando un golpe es tocado por grupos de cada sector, sobre todo, en circunstancias donde se afloran el ingenio, la habilidad y la creatividad de los ejecutantes o tocadores con los cantadores.
Por estas y otras sentidas razones, el empeño de la Fundación Cultural Chimborazo de que la tradición no muera.




Nota: En preparación como complemento, otra investigación al respecto, y su relación instrumental con el tambor costeño, la composición rítmica y diferencias.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Al igual que Evelin, recuerdo los Quimbanganos que bajaban de la Chimborazo a la Gil Pulido a cantarle a la familia Rosa quienes eran mis vecinos de la cuadra. A esa edad temprana no entendia lo que esa tradicion significaba pero me gustaba porque cantaban versos muy divertidos. Hoy en dia que comprendo esas manifestaciones culturales propias de mi tierra me siento el compromiso de luchar por preservarlas para el eterno disfrute de las nuevas generaciones. Un pueblo sin conocimiento de su historia, pierde irremediablemente su identidad quedando a la deriva en el mar de las ideologias.