El tema es escabroso por el hecho de que nuestros aborígenes eran ágrafos y no dejaron testimonios escritos o documentos que pudieran servirle a los historiadores para sustentar una hipótesis contraria a la que nos han enseñado desde que la historia las escribieron los españoles o los lacayos del imperio. De esta manera el asunto queda en manos de los antropólogos y etnógrafos quienes pudieran afirmar como lo hacen algunos, que ciertamente los aborígenes ganaron batalla militar , que hoy afortunadamente están ganando la guerra de la exclusión, el desprecio y el racismo.
Hasta este instante se pueden lanzar algunas hipótesis sobre que militarmente no todo el territorio fue dominado ni todo el tiempo fue controlado por los españoles durante el período que duro la “conquista” y todavía más, los españoles sufrieron derrotas significativas que pueden sustentar la tesis de que a los aborígenes no los dominaron por la vía estrictamente militar sino por la vía cultural.
Ello nos mueve a pensar que hay que hurgar en los métodos y la capacidad de etnias como los tomuzas, cores o tesermas y cumanagotos de la familia caribe (casi totalmente desconocidas por nuestros ciudadanos) para saber su capacidad de acción militar en un territorio que conocían mejor que quienes vinieron a invadir y a “conquistar” contando con lo que los cronistas franciscanos y dominicos escribieron sobre estos “indios de guerra”.
Sin embargo, y para no perder el interés por la actualidad, en tiempos cuando una intervención militar de EEUU en Venezuela es un posibilidad probada por las evidencias de un desgaste del petróleo en el Medio Oriente y la mayor voracidad de consumo de esta fuente energética en el mundo, hay analista que indican que para el 2010 en adelante este plan puede concretarse según las la dinámica imperialista por el comercio de la guerra y de la dominación geopolítica.
La hipótesis
Existen dos evidencias que sustentan la hipótesis de que nuestros aborígenes no perdieron la guerra: una la que esgrime Iraida Vargas en la que analiza “La debilidad de los aborígenes no residía, pues, en su armamento, sino en su propia concepción de la guerra. Entre cada batalla, se ganase o se perdiese, había períodos de calma durante los cuales cada quien regresaba a sus pueblos a vivir en paz hasta el próximo encuentro.”,y la otra del periodista e historiador Pedro Calzadilla Alvarez quien lanza el acertijo de por qué entre Caracas y Barcelona no hay ciudades que se consideren de trascendencia histórica o importancia geopolítica y a esto agregamos porque tampoco las hay en el vértice Llanos Caracas –Barcelona.
El licenciado Luis Beltrán Acosta en su libro Pensamiento revolucionario del cacique Guaicaipuro (Ediciones Akurima, 2003) recoge una serie de fuentes documentales que nos acercan a la comprensión del manejo de la guerra que nuestros aborígenes tenían.
Entre otras describe algunas tácticas de guerra de guerrillas que aplicaron especialmente las naciones caribes contra los españoles, reconocidas por algunos jefes militares reales como las notas escritas por el cronista y conquistador Bernardo de Vargas Machuca (Milicia indiana, Colección Claves de América. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1 4).
No podemos desconsiderar que los castellanos venían de guerras estratégicas duraderas en las que aprendieron tácticas militares avanzadas, esa quizás pudo ser una ventaja en la confrontación con los caribes del Valle de Caracas y de las planicies del centro occidente, pero en la región norte costera (barlovento) y oriental fue distinto, allí la resistencia militar se alargó por muchos años en la que sin dudas contribuyó el aporte bélico hecho por los holandeses y británicos interesados también en dominar el territorio, pero fueron los tomuzas, cores, tesermas quienes resistieron largamente la ofensiva militar española.
Ciertamente hubo asociaciones de naciones aborígenes que considerando tener un enemigo común, se reunieron y utilizaron técnicas muy profesionales de ataques aprendidos en escuelas de entrenamiento para fines exclusivamente de guerra y que se plantearon una lucha de resistencia común a través de los consejos de caciques o de jefes especialmente entre las naciones caribes.
La práctica de centinelas infiltrados en las líneas españolas, especialmente mujeres que eran destacadas para conocer detalles del comportamiento y la organización interna de la llamada milicia indiana, nos deja pensar en la vulnerabilidad del ejército español que trajo como consecuencia las sucesivas derrotas militares de los soldados del rey.
Algo muy importante de mencionar, en este punto, es el conocimiento
que obtuvieron los guerreros tomuzas del modo de vida supersticiosa del español medieval, quien vino a conquistar estas tierras, los guerreros Caribes identificaron el pavor que los españoles les tenían a los bosques y a los monstruos que supuestamente habitaban allí. Luego, optaron por disfrazarse de monstruos, como aquellos guerreros conocidos como los waipanomas, hombres con la cara pintada de negro y en su tórax, dos círculos similares a dos grandes ojos, que fueron dibujados y descritos por los cronistas de la “conquista” como “hombres sin cabeza”, que aparecían con frecuencia de noche con alaridos de horror entre los bosques cercanos a las rancherías españolas.
Estas eran, entre otras, las labores de inteligencia que con mucha delicadeza se enseñaban en las escuelas de guerra de los tomuzas, igual que en otras naciones caribes.
De las emboscadas que menciona Bernardo de Vargas Machuca en su manual de guerra titulado Milicia indiana, dejó un compendio sobre este recurso bélico de los aborígenes a saber: emboscadas en las aguadas, emboscadas en los pasos reales, emboscadas en la caza, emboscadas en los servicios (leña, fuego) etc.
Cada una de ellas, preparadas con cuidado, tomando en cuenta el terreno, las vías de escape y el punto de reencuentro de los guerreros. Es decir, la táctica de ataque furtivo y retirada, reagrupamiento, ataque y de nuevo repliegue, tácticas desconocidas por el ejército español y que hoy conocemos como guerra de guerrillas.
No obstante la visión ritual que los aborígenes tenían de la guerra, distinta a la guerra de exterminio de los castellanos y que se practica en las sociedades clasistas, nuestros aborígenes pudieron haber perdido esa batalla ideológica pero la batalla militar habrá todavía que probar con testimonios irrefutables que fue perdida por quienes han resistido más de cinco siglos de dominación.
Esa batalla ideológica ganada por los europeos, todavía hoy, se entabla en la falsa creencia de la barbarie e ignorancia de os ciudadanos y ciudadanas aborígenes, en el racismo, la exclusión y en la incomprensión de su propia cosmovisión y cosmogonía.
La batalla ideológica y militar continúa y a mi modo de ver será duradera, nos daremos cuenta de ello cuando los marines desembarquen en las costas de Barlovento o en las costas del Meta y entonces comprenderemos lo útil de las enseñanzas de nuestros aborígenes de ayer que desde su propia lengua hasta sus métodos serán muy ventajosos para seguir resistiendo.
Aldemaro Barrios Romero
aldemarobar@yahoo.es
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